(Foto de Juan Pelegrín para Las Ventas)
Se sabe que tal día como hoy, un 16 de Mayo, aparte de iniciarse este secarral taurino que nos dejó el último, acaso el único, rey de los toreros, también acaeció la efemérides de una corrida que, debido a la nieve inusual de esas fechas, hizo que se suspendiese el festejo. Y en la pensión donde se hospedaba, Hemingway, que tenía pensado asistir, improvisó la tarde y escribió uno de sus relatos más celebrados, inefable obra maestra en forma de cuento llamado Los asesinos .Hoy no nevó, ni nadie pensó en asesinatos, ni siquiera hay quien pretendiese escribir una obra maestra, pero pudimos haber capturado por un momento la esencia de un genio, como Hemingway, y habernos ausentado de ir a los toros. Porque se ha fiscalizado ya a todo aquel que va a la plaza buscando eso que reza en la chapa roja de que nada tiene importancia si no hay toro, que parecen filípicas en boca de reventadores, que por ende son los del siete, y que por alusión son los que se cargan esto. Pues mire usté, ni todos somos del siete ni todos los que están allí llevan pañuelo verde. Han conseguido arrastrarnos hasta esa orilla del precipicio en el que nos han hecho creer que pedir cumplir un reglamento, que es para todos, ajustado a esta plaza, que es la primera del mundo, es déspota y anacrónico. Lo de hoy ha sido una vez más la sublimación de los más torticeros despropósitos que inundan todas estas arenas movedizas que anteriormente eran conocidas como la fiesta de los toros.
Se oía en la grada que no hay nada peor que un toro que da pena en el
ruedo. ¿Hemos llegado a pensar en eso, en cómo llega un animal, criado para
acometer, a ser compadecido por los
asistente? Aún quedan aficionados, en la
andanada del nueve, en la grada del tres y del cuatro también se sabe de ellos,
y no llevan ningún carné de nada, pero oírles pedir toros con trapío, bien
presentados ( lo mínimo!!) y que estén encastados, que no se caigan, eso les va
a suponer que les monten un juicio en La Haya. Los versos satánicos.
Lo que ha venido hoy a Madrid, lo que viene todos los años, da igual que
sea Álvaro, Borja, Fernando (ese Tetris, ese encajar las piezas desde el duque
de Veragua hasta ahora, sin importar lo que se elimina, porque lo que cuenta es
lo que se añade, siempre el producto de la casa) es el premio a lo inútil, a lo que hay llevar
a media altura en el capote para que cuidarlo, a lo que no debe picarse para
que llegue con carbón a la muleta, al que no hay que bajarle la mano mucho para
que dure, al que siempre le endilgo de remate bernadinas para que el toro no se
marchite. Del primero sé que salía suelto de todas
las suertes, derrapando a todo meter (llegó a una segunda vara digna) y del
segundo recuerdo que debió ser devuelto y que al final Fandiño se lo comió con
patatas, sin posibilidad ninguna de instrumentar algo taurino. Lo del colorado que hizo quinto lo desmenuza muy atinadamente Márquez aquí
Luego ya sólo tenemos el vago recuerdo de Joselito Adame continuamente
desarmado por sus dos oponentes, que todo lo que no toreó en su primero lo
suplió arrimándose tanto a la malva como a las gradas donde más banderas de
México ondeaban. Se donaron los aplausos isidriles que ayer sobraron. Miedo me
dan estas falsas esperanzas.
También tengo la frágil memoria de ver al Usain de Granada,
calentando los tendidos con aspavientos como quien calienta la lumbre
atizándola con en esos pares de banderillas apolíneos, de toro pasado y ampulosa
inutilidad.
Lo más sesudo de la
tarde, lo que no para de martillear mi cabeza, que a la sazón fue también el
pensamiento articulado en palabras por ciertos vecinos de grada en el cual
surgía una saducea pregunta: después de los créditos acumulados hace dos días, pero…qué
cojones pinta Fandiño con lo de Jandilla?
Pero luego todo fue confusión y silencio sepulcral. No hubo
tiempo para más, sólo fuimos capaces de salir de la plaza, enfilar otra vez Alcalá para arriba, y alternar
estas dos dudas cuando ya estábamos de vuelta: en qué estaría pensando la empresa
cuando confecciona tardes como ésta, y en quién estaría pensando Hemingway cuando
por no ir a los toros escribió una obra maestra.
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