Foto: Ana Escribano (aquí toda su galería)
Undécima corrida de la feria de San Isidro con toros de
Jandilla, procedencia don Juan Pedro Domecq y Díez, es decir, la madre de todas
las madres. Corrida pareja en presentación, hechos todos cuesta arriba,
manejables en su conjunto, “zapatos” que es como suelen motejarlos los
taurinos: toros recortados pero de bonitas hechuras, de los que caben en la
muleta y permiten gustarse y expresar esa tauromaquia contemporánea. Endeble y
al límite de sus fuerzas el primero, un
segundo con clase metiendo la cara en la muleta pero sin malicia ninguna,
tercero feble e inerme en sus embestidas, un cuarto que desarrolló sentido al
final, el quinto abanto y distraído de salida que al final valió para la muleta
moderna, y el sexto mansurrón que se rajó enseguida. Cinqueños el tercero,
cuarto y quinto.
Juan José Padilla
(de azul marino y oro). Estocada tendida y trasera, partiendo el estoque y
perdiendo la muleta. Descabello. Media estocada escupida y con otra media y dos
descabellos. Silenciado en ambos.
Sebastián Castella (de azul y oro). Estocada caída (silencio).
En el quinto, media estocada casi entera (oreja).
Andrés Roca Rey (de
blanco y plata). Estocada arriba (ovación). En el sexto, estoconazo hasta los
gavilanes (saludos).
Presidente: D.
Justo Polo Ramos. Inédito en las decisiones destacables en el ruedo.
Suerte de varas: todas
las suertes de esta tarde se desarrollaron en la distancia más corta, que es
toro y picador cada uno a un lado de las dos rayas concéntricas del ruedo:
tercio de varas de servicios mínimos. Justo lo contrario de lo que predicaba
Gregorio Corrochano: no una vara de muerte, sino varias de castigo.
1.- “Recoveco”, número 69: se paró entre esas dos rayas y se
frenó al entrar en la primera visita al penco. Exiguo castigo en la segunda en la
que ni se marcó la pirámide de la puya.
2.- “Harmonía”, número 1: pasó por el trámite cogiendo dos
buenas varas recetadas por “Josele”, pero inocuas ambas como un análisis de
sangre.
3.- “Jornalero”, número 122: también fue bien colocada la
vara inicial pero el piquero ni marcó con la puya ni holló en el morrillo: eso
que dicen de dejar crudo al animal. Rompe la vara en la segunda entrada. Hay
una tercera de puro compromiso en la que Jornalero amaga con romanear, pero su
laxa fuerza le impide acometer dicha empresa.
4.- “Jacobino”, número 124: Trasero y sin cogerle el toro
empuja y descabalga en su primera entrada Justo Jaén. En la segunda venida de
Jacobino se ensaña el picador con él, tapándole la salida y zurrándole lo que
no está en los escritos.
5.- “Husmeador”, número 65: José Doblado, sin emplearse
apenas, le hunde las cuerdas en la primera venida. En la segunda vara Husmeador
pierde las manos y se desliza por el albero hasta llegar a las faldas del peto.
Hay una tercera vara en la que el pica cruza las rayas, a pesar de las unánimes
protestas, para luego apenas castigar al toro.
6.- “Barones”, número 31: empuja con los riñones en la
primera entrada, sin exigencia por parte de Sergio Molina. La segunda vara
también la agarró en todo lo alto el varilarguero, pero al igual que en la
primer Barones se deja pegar, y ya.
Cuadrillas y otros: cartel
de “No hay billetes” en taquillas, aunque eran generosos los huecos en gradas y
alguna andanada. Salió a saludar Juan José Padilla, seguida de una sonorísima ovación,
en la que se presume su última tarde en Madrid en esta su temporada de
despedida como matador de toros. Destacar la brega de su hombre de plata,
Manuel Rodríguez “Mambrú” que en el cuarto de la tarde salvó con sus quites en
un par de ocasiones a su jefe de filas.
Al principio era el verbo, conjugado en infinitivos: parar,
mandar y templar. Hoy Juan José Padilla es pretérito pluscuamperfecto, un
torero que había sido grande antes de Zaragoza, que fue y será recordado por
los pavos que lidiaba de las ganaderías y en las plazas que nadie quería. Ahora
es un torero de arte, y si con su contumacia y tesón es capaz de lidiar el toro
artista no queda más que decir. A Padilla no se le puede criticar nada, el
toreo del ciclón de Jerez es bullanguero y de jolgorio, de uys y de ays, y
querer exigirle más que su puesta en escena es pedirle peras al olmo. Pone sus
banderillas vistosas y a toro pasado, incluso se atreve a clavarlas al
violín…Inició su primera faena de muleta de rodillas, en el alambre de la cogida
siempre, con alivio y precaución en cada pase, con el público que sólo vendrá
hoy a la plaza descaradamente puesto de su lado, le doy fiesta mientras el
motor de Recoveco no se gripó, pero en cuanto soltó la cara derrotando por
encima el palillo Padilla desistió. Algo similar en su segundo, Jacobino, que
ya le hace perder el capote en el recibo, y que gracias a su peón “Mambrú” se
evitó un mal mayor. Puede que incluso acusase la paliza en varas que le había
propinado el picador, pero este Jacobino se vino arriba cuando lo banderillea
con suficiencia y ventaja Padilla, hasta se atreve con un meritorio par de
dentro a afuera. Se dobla con él pero al tercero pase ya no sigue las telas.
Apretó ahí el toro, sacando la guasa sin fuerzas que guardaba, y Juan José ya
sólo pudo taparse y quedarse con lo bueno, que fue la ovación de apertura.
Sebastián Castella es presente continuo. Castella inicia sus
faenas como la del día de su alternativa. Y como la del día siguiente. Y el
siguiente. Y así siempre, sin solución de continuidad. A su primero
“Harmonía" le principió con la tanda de estatutarios especialidad de la
casa. Siempre fuera del terreno del toro. Caedizo y desmadejado, por cierto.
Protestado Castella y el toro. Ni tentando al toro con la izquierda hubo recorrido.
Se le recriminó fuertemente que abusase del moribundo. Sin opciones le degolló
de una estocada atravesada. Pitos en el arrastre para “Harmonía”. Con
"Husmeador", el más chico del encierro con 532 kilos, repitió
registros Castella plagiándose a sí mismo, pero este quinto no fue malo, y
aunque fue el que más se enteraba de salida de todos (abanto en cierto modo,
tardo en los cites) propinó a Le Coq la posibilidad de pegarle tres por la espalda,
enganchados los tres, y dos tandas a derechas, redondas y sin reunión, que le valieron los primeros
aplausos. Ya luego el circular invertido
ante la nobleza exhausta de Husmeador, y en los tendidos los parroquianos de
todos los días recriminando la falta de compromiso y la pierna retrasada de
Castella contra los que van a venir sólo un día a la plaza y no paran de
contradecir a los otros, jaleando al francés no porque les guste lo que hace,
sino por joder a los abonados. Mientras Castella tragó y encimó lo suficiente
para, con una estocada casi entera, llevarse una de las orejas más festivaleras
de la semana. Barata la oreja, pero ellos son los que pagan nuestra afición. O
eso dicen.
Y el futuro imperfecto de Roca Rey. La moneda la cambia el
que la tiene, y él parece que no va a cambiar nada viendo lo fetén que le va
con el arrimón y el tremendismo. El futuro ya está aquí, y es él, pero pasa
como con la nueva política: que es igual que la vieja. En su primero, "Jornalero”
ya con las verónicas a pies juntos enardece a esa gente que no les gustan los toros
pero sí les gusta los toreros. Tras brindar al público, y con el mentón cosido
al pecho, le pega dos pases del celeste imperio, dos banderazos, dos ayudados por alto y una espaldina (ese
toreo de mucho acompañamiento y nulo mando) que cortan la respiración del sufrido
público. Quedaba la duda de si adelantaba la pierna, que es lo suyo. Pero fue
al revés: la escondió más si cabe. Roca Rey maneja con precisión quirúrgica ese
balanceo entre en el que cada vez que sube la tensión ambiental a base de valor y arrojo baja
hasta los infiernos su interpretación del toreo, encimista y abusivo ante un
cadáver en vida. Eso le vale la ovación ante un toro difunto, el primero, pero
ante su segundo, "Barones” al que sus quites por gaoneras de medio pecho
calientan las manos de los no asiduos, su toreo de banderazos ya no vale,
porque Barones sale suelto en banderillas, enterándose de todo, y con más miedo
que vergüenza se emplaza cerca de toriles. Roca Rey le pega tres por alto y
canta la gallina del todo el de Jandilla. Con la izquierda se cae y se va, así
que más por la derecha. Lo que principió en el 7 claudicó en el cuatro. Ahí ya
se pegó el arrimón final, con pases de reolina y abuso, con esa antiestética contorsión
lumbar para simular que está tirando del toro, cuando lo que hizo en puridad
fue estrujarlo sin piedad. El estoconazo hasta los gavilanes no sirvió para que
tocase pelo, pero qué más da todo eso, si los que le han aplaudido mañana no
van a volver a la plaza.